10/06/2010

Y al comienzo, también

Por fin aceptaste que te calienta ese señor narigón que va a tu trabajo. Por fin lo aceptaste, al principio lo odiabas, bueno, decir odiar c'est trop, pero aceptemos y creemos consenso: no te lo bancabas mucho porque te cargaba cuando estabas medio loquita. Luego, por fin cambiaste el humor y cambiaste la mirada: lo miraste y aceptaste que te despierta un morbito de tipo malo que no lo es, pero que parece y mmm.
No es que te gustan sus ojos claros: te dan igual.
No te molesta su gran nariz: ni la ves.
Te gusta en cambio su voz, que a veces no te de ni bola y otras veces te mire, te sonría y mueras, que a veces apenas salude el muy puto y otras veces agite la mano al ritmo de un chau linda.
Y te gusta imaginar como coje, como te cojería, pero no te sale demasiado esa fantasía, porque te da miedo fantasear y despertarte transpirada. Pero con él no lo podes evitar: te calienta el sr. de apellido con muchas i. Y es todo lo contrario a lo que queres que te caliente. Y es tan imposible que pensas que la fantasía no vale la pena, y va tan poco a tu laburo que cuanod lo ves, te pones nerviosa. Igual que con el pendejo. Al final sos una pajera.

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Je me touche sans des yeux sur moi, sans des mains sur moi, sans moi.